En la mayoría de culturas y sociedades actuales, la monogamia se ha instaurado como la única vía para tener una pareja estable socialmente aceptada. El matrimonio solo puede ser entre dos personas, y las relaciones abiertas o el poliamor, que también están empezando a llamar la atención últimamente, quedan fuera. Si queremos oficializar nuestro amor, debemos someternos a las relaciones donde solo caben dos. De hecho, si las relaciones bígamas ya son lo suficientemente complejas de por sí, ¿quién nos mandaría a intentar meter más gente en la ecuación? Nacemos y crecemos con la idea de que solo se puede amar a una persona, cuando parece evidente que no es así del todo. El deseo no se puede encerrar y canalizar solo hacia nuestra pareja. Es imposible, por muy enamorados que estemos, desear solo a esa mujer o ese hombre que está a nuestra lado. Por eso, en muchas ocasiones, la pareja se rompe por infidelidades de uno u otro, ante la imposibilidad de no caer en la tentación del sexo.
Este tipo de situaciones suelen ser complejas y dramáticas en muchos casos, porque nos han enseñado a que la fidelidad es primordial en una relación. Solo podemos desear a esa persona, querer a esa persona, dejando a un lado todo lo que podamos sentir por las demás. A veces, las infidelidades vienen dadas por momentos de duda en los que simplemente nos dejamos llevar. No suponen nada más que un pequeño tropiezo y, de hecho, nos arrepentimos de ellas al instante. Otras veces, esas mismas infidelidades terminan suponiendo algo casi rutinario. Aprendemos a llevar dos relaciones a la vez, ocultándolo ante el mundo, porque la sociedad nos señalaría por hacerlo. La fidelidad tiene que ver sobre todo con la confianza, con la necesidad de mantenerla antes de que se quiebre y todo salte por los aires. Pero, ¿qué ocurre cuando hablamos con nuestra pareja y somos conscientes de que no podemos desearla solo a ella? ¿Qué pasa cuando nos damos permiso para estar con otras personas, siempre que volvamos al final del día con la pareja a la que tanto queremos? Hay personas que van más allá de las relaciones abiertas, y de hecho, se excitan al saber que su chico o chica está con otro.
Qué es el cuckolding
El término cuckolding se ha traído del inglés para explicar a esas personas que disfrutan siendo cornudos. Aquí siempre se ha llamado así al hombre o a la mujer que ha sufrido una infidelidad por parte de su pareja, poniéndole los cuernos. En este caso, la infidelidad no es tal porque llega de forma consensuada, y la propia pareja se lanza a probar esa nueva experiencia. Son sobre todo hombres los que encuentran una rara excitación al ver a su chica con otro, y disfrutan incluso de ese proceso. También mujeres lo hacen, aunque ellas suelen ser más partícipes en este tipo de prácticas y convertirlas en tríos. Para muchos cuckolders, lo mejor es mantenerse al margen, viendo desde un rincón cómo su chica se lo monta con un total desconocido.
Muchos hombres disfrutan siendo cornudos
Puede parecer algo impensable, pero en realidad, son muchos los hombres que disfrutan siendo cornudos. El hecho de que tengan que llevarlo oculto, en la mayoría de casos, para no ser señalados como los ratos por el propio entorno, hace que sus opciones sean muy limitadas. Por muy orgulloso que un hombre se sienta de ser cornudo, normalmente lo guardará para sí o solo para su pareja, por temor al qué dirán. Y es que la sociedad no logra entender cómo un hombre puede disfrutar de que su chica esté con otro. Es parte de un mensaje sexista en el que el hombre debe poseer a la mujer para sí mismo, y no compartirla con nadie… salvo que sea otra chica, por ejemplo. Cuando los cuernos vienen por una relación lésbica, los hombres entienden perfectamente esa excitación.
Esto no deja de ser una muestra más de la problemática sexual que existe en la diferenciación entre géneros, incluso dentro de la propia pareja. El cornudo siempre es señalado como un fracasado, y recibe las burlas de todos. No ha sabido mantener a su chica, no ha sabido darle lo que ella necesitaba, y por eso le han engañado. Cuando los cuernos los pone el chico, la cosa suele cambiar, porque para muchos es “lo natural”. Pero basta darse un paseo por las plataformas de videos pornográficos, o por los foros de experiencias y relatos eróticos, para comprobar que este tema es uno de los más populares. Las historias sobre cornudos consentidos triunfan porque aportan un morbo impensable y prohibido que suele ser muy fresco.
Una fantasía cada vez más común
Intentaríamos ir a la raíz de este tipo de prácticas pero, como cualquier otra filia, normalmente son inexplicables. No hace falta buscar una razón por la que nos pongan más las mujeres morenas que las rubias. Tampoco hace falta racionalizar el hecho de que nos excite ver a nuestra pareja con otra persona. El deseo es muchas veces inexplicable, pero como una oleada intensa, podemos sentirlo. También podemos decidir obviarlo o guardarlo para nosotros mismos, como hacen muchos, por miedo a que esta fantasía nos marque. Sin embargo, los cornudos consentidos cada vez se sienten más liberados a la hora de disfrutar de lo que les gusta, siempre que encuentren a una pareja que también lo haga, claro está.
Escorts profesionales, la mejor opción
Pongámonos en el contexto de una pareja en la que el chico quiere ser un cornudo, y su chica quiere complacerle también en ese sentido. Se trata solo de sexo, no habría una relación más íntima ni emocional y por supuesto, tampoco sería una infidelidad, al estar el chico al tanto. El siguiente paso es uno de los más complejos: encontrar a una persona con la que cumplir esta fantasía. Se puede hacer de forma sibilina, saliendo la chica a buscar a algún amante sin que este sepa que su pareja ha dado el visto bueno. Pero en la mayoría de caso, los cornudos consentidos quieren estar presentes en el acto, así que lo mejor es convencer a alguien para que se entregue al placer con su chica delante de él.
Evidentemente, debe ser una persona de mente abierta, ya que de lo contrario todo esto le sonará a una auténtica locura. Hay aplicaciones en las que podemos encontrar a este tipo de amantes, que no tienen problema en llevar a cabo las fantasías de cuckolding y que, de hecho, también se excitan mucho ante la perspectiva de disfrutar de la mujer de otro. En un último caso, siempre podemos recurrir a las profesionales del placer. Tanto chicos como chicas, que cobrarán por sus servicios y no tendrán remilgos a la hora de llevarlos a cabo ante la pareja de su cliente. A veces, la experiencia termina derivando en un explosivo trío, pero lo habitual es que el cornudo simplemente se quede mirando, o tocándose, mientras su chica se lo pasa en grande.