Estamos viviendo un momento social absolutamente histórico, por miles de razones diferentes. Cuando las generaciones que nos sucedan miren hacia atrás descubrirán que el cambio de milenio estuvo marcado por el miedo al terrorismo, por la pandemia del Covid, por las constantes crisis económicas… pero sobre todo, por Internet. Esa herramienta que ha cambiado por completo la vida de todo el planeta, y que ha permitido que la sociedad de consumo se expanda y se convierta en lo que es hoy día. Millones de personas trabajan en remoto gracias a Internet, y otras muchas han obtenido empleos que hace quince años ni existían. Existen celebrities reconocidas a nivel mundial cuyo mayor mérito es subir contenido a redes sociales creadas hace apenas una década. Y por supuesto, la información. Internet es el lugar donde uno puede encontrar lo que quiera, pero entre tanto contenido, al final lo importante parece diluirse. La pornografía también ha vivido una época pletórica gracias primero a la digitalización del contenido, y posteriormente, a su expansión online.
Nunca antes el porno había estado tan al alcance de todo el mundo, de una manera además muy simbólica y gratuita. La industria sigue haciendo negocio precisamente por eso, por haber llegado a muchos más potenciales clientes, pero hoy en día no hace falta pagar para disfrutar del cine para adultos. Internet está lleno de páginas donde podemos ver vídeos gratuitos, ya sean cortados o incluso completos. En el ordenador, en la tablet, en el Smartphone… cualquier dispositivo sirve para entrar en este mundo de lujuria y morbo, a veces demasiado pronto. Y es que los estudios más actuales revelan que los chicos jóvenes comienzan a ver porno cada vez antes, entre los 10 y los 12 años. Es una edad en la que todavía no han desarrollado por completo ni sus cuerpos ni su sexualidad, y evidentemente, este tipo de escenas pueden ser contraproducentes. Es como aprender sobre historia viendo solo películas, creyendo que el mundo real es así. Luego, cuando llega la hora de la verdad, el sexo no tiene nada que ver con el porno, que al fin y al cabo es ficción, entretenimiento.
La pornografía es ficción
Aunque estamos acostumbrados a llamarlo porno, por acortar un poco su denominación, este género se debería denominar siempre cine pornográfico. A través de ese nombre ya dejamos claro, desde el principio, que esto es cine, es decir, es ficción, y está enfocado no al realismo, sino al entretenimiento. De la misma forma que el cine de comedia busca hacer reír y el de terror asustar, el cine porno trata de excitar a los espectadores, de provocarles deseo y morbo.
Lo hace a través de escenas explícitas donde los actores tienen relaciones reales. Es decir, los encuentros sexuales que vemos ante la cámara son evidentemente auténticos, pero están guionizados, preparados para que llamen más la atención. Hay cierta suspensión de la incredulidad a la hora de ver porno, porque sabemos que, incluso en el género amateur, las cosas se están exagerando para parecer más intensas.
Actores y actrices profesionales vs gente real
Empezando por el propio hecho de que las personas que aparecen en estas películas son actores y actrices profesionales, preparados para tener sexo ante la cámara. No todo el mundo vale para el porno, ni siquiera por su atractivo físico o por poseer un pene de gran tamaño. La pornografía de hoy en día busca la auténtica excelencia, en estrellas que sean capaces de aguantar más, disfrutar más y conectar ante la cámara. Esa preparación les lleva a formarse dentro del porno, a coger más experiencia, a probar cosas que serían impensables para el resto del mundo… Las operaciones estéticas también están a la orden del día, en busca de resultar más atractivos. Hay mucha homogeneidad en la belleza del porno, con hombres sin vello, fuertes y muy bien dotados, y chicas esbeltas, de curvas desproporcionadas y exuberantes.
Basta con ir a cualquier local un sábado por la noche para entender que hay una variedad inmensa de bellezas diferentes en el mundo más allá del porno. La gente real que no se dedica al mundo del sexo o el erotismo suele ser más recatada, al menos de entrada. Y a la hora de llegar a lacama, lo habitual es encontrar gente con experiencia, pero que tampoco llegan al punto de una estrella del porno. Los actores gritan mucho en las escenas, llevan la intensidad a un nivel extremo para que todo quede mucho más exagerado. En el sexo real las cosas son menos impresionantes, pero aun así, son más auténticas, más reales, porque normalmente hay un vínculo entre esas dos personas. No están disfrutando por trabajo o por obligación, sino por puro placer.
Una fuente de inspiración
La pornografía no debe tomarse, por tanto, como un ejemplo para el sexo que vamos a tener en la vida real. Pero sí que puede ser una inspiración, sabiendo discernir lo que está a nuestro alcance y lo que no. En ocasiones nos frustramos por no ser capaces de compararnos con esos actores tan bien dotados que además aguantan veinte minutos de sexo intenso y espectacular. Pero es que ellos son especialistas, son profesionales, y como ya hemos comentado al principio, no todo el mundo puede llegar a ese nivel… ni lo necesita. El placer sexual es muy variable y cada persona tiene su tiempo, su ritmo y su propio balance. Hay mujeres que llegan al orgasmo en apenas minutos si sabemos cómo estimularlas, y otras que, por desgracia, casi nunca consiguen llegar a ese clímax.
El porno debe ser, en realidad, una fuente de inspiración para cuando se nos acaben las ideas y queramos hacer algo distinto y especial, algo diferente. Es cierto que el sexo puede llegar a ser bastante repetitivo si al final no buscamos nuevas formas de placer, porque incluso se puede convertir en algo rutinario. El porno puede servirnos para inspirarnos en nuevas posturas, o incluso para crear fantasías, como veremos a continuación. Siempre entendiendo que esos actores son profesionales preparados para rodar esas escenas, y que en nuestro caso seguramente el encuentro no sea tan espectacular. De hecho, algunas parejas se graban para verse luego y encontrar el punto en el que se sienten más cómodos, cómo mejorar, etc…
Experimentar nuestras fantasías
Todos tenemos fantasías eróticas y sexuales, aunque algunos son más conscientes de ellos y otros prefieren reprimirlas, tal vez por tabúes o miedos. El caso es que el porno hace uso de esas fantasías para llevarlas a un nuevo nivel, a una nueva concepción del placer.
Cumplir esas fantasías es explorar nuestros deseos más profundos, y canalizándolos a través de la pornografía podemos encontrar respuesta a todo aquello que nos gusta en el sexo. Tomar como referencia el porno para situaciones, por ejemplo, hará que nuestros juegos de rol en la cama sean mucho más excitantes. Y es que la pornografía se nutre precisamente de esos deseos sexuales de los espectadores, para ponerlos en imagen, y que ellos luego puedan disfrutarlos con sus parejas.